viernes, 8 de julio de 2011

NANA Y CEMENTO

Berrea en su cuna.  Su llanto me angustia. Me acerco, lo tomo en mis brazos y comienzo a cantarle:

“ Tu risa me hace libre, / me pone alas.
Soledades me quita, / cárcel me arranca.
Boca que vuela, / corazón que en tus labios / relampaguea.”

De a poco se calma, y con él yo también. Puedo ver sus ojitos mirándome.
Puedo sentir su calorcito derritiendo mis soledades. Puede asirme con sus manitos reclamonas y juntos en ese abrazo, consolarnos mutuamente.

“Es tu risa la espada / más victoriosa,
vencedor de las flores / y las alondras.
Rival del sol. / Porvenir de mis huesos / y de mi amor.”

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Un golpe en el hombro la devuelve a la realidad. Alguien la chocó cruzando torpemente la calle, siquiera hubiera pedido disculpas. Bocinazos. Cambios de luces, blancas, verdes, rojas, amarillas. El A2 con esa especie de suspiro de aire comprimido. El embotellamiento típico de las 19 hs, estaba tan lejano de la tranquilidad del cuarto con su deseo de maternidad. Lamentaba no poder ofrecerle a ese niño un padre, la otra mitad con quien derramarse para que ese abrazo fuera real. Tanto tiene para entregar y nadie que lo quiera recibir.

La esquina de Ambrosio Olmos, sobre Plaza España, estaba muy lejana de la tranquilidad de aquel cuarto… Eso pensaba ella… Quizás la amargura por sentirse frustrada e incompleta, que la hacía con su niño soñar despierta, la esté distrayendo del verdadero niño berreando, a los gritos, suplicando ternura… ella misma. Tanto que entregar y nadie que lo quiera recibir… o será que ella cerraba su mente en una sola forma de entrega… O será que no se reconocía también como niño llorando. 
Y así el abrazo de mutuo consuelo se hacía concreto con esta invitación a sonreír. Ahora sonaba esa nana para ella, la misma calle se la canta. 

“Desperté de ser niño / nunca despiertes.
Triste llevo la boca / ríete siempre.
Siempre en la cuna / defendiendo la risa
pluma por pluma.


miércoles, 6 de julio de 2011

COLORES DE UN FUEGO

- “¡Abu! ¡Contame un cuento!” Subiéndose a su falda, gritó demandante Macarena, que disfrutaba imaginando las cosas que su abuela le decía. Y despacito la Abu, que no podía negarse a semejante pedido, empezó a hilvanar las palabras…

- “Había una vez…” musitó la abu, empezando como empiezan todos los cuentos, así ganaba tiempo para recordar el resto.

- “No, no. ¡Ese cuento ya lo escuché!” Rezongaba Macarena. “Quiero uno de esos que te sabés vos, no de los que vienen en libros.”

- “Entonces, no te lo voy a contar, te lo voy a mostrar… En algún tiempo y en algún lugar, al principio de los principios, dos piedras chocaban y de su roce saltaban chispas que prendieron  fuego.
Seguro que vos ya conocés varios fuegos porque no hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos. Fuego sereno, que ni se entera del viento, y fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero... hay un fuego… hay un fuego que  arde la vida con tantas ganas que no se puede mirarlo sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.”


Decía esto mientras tiraba polvitos que tenía guardados en las alacenas de su casa, sobre la hornalla de su cocina.

- “¡Abu! ¡Eso es magia!” exclamaba sorprendida Macarena.

- “No m’hija… es maravilloso, pero no es magia… cuando algo se quema en ese fuego donde arde la vida, su luz es de un color característico, que las identifica... si ese fuego que arde es el Espíritu Santo, podés ver rojas llamas piadosas (CaCl2), azules como la ciencia (CuCl2 o CuSO4),  verdes fortaleza (Ac. Bórico), o amarillas de entendimiento (NaCl), lila Temor de Dios (KCl), verdes amarillentas de consejo (BaCl)  o, las que más me gustan, doradas de sabiduría (FeCl3).

Todos tenemos uno o varios de estos colores… ¿Te animás a acercarte al fueguito y descubrir cuál es el tuyo?”

[Adaptación de "Un mar de fueguitos" de Galeano, para una dinámica en Pentecostés fundamentada en la técnica de espectroscopía de llama donde al quemar algunas de las sales mencionadas entre paréntesis, la llama del mechero cambia su color].